Quiero hablar de ti.

Siempre hago lo mismo antes de escribir un par de lineas: refriego el rostro contra mis manos, como si le comunicara al mundo que esta vez sí podré conectar unas cuantas palabras que tengan sentido; y tiemblo, algo bastante natural en mi persona cuando enfrento una situación nueva y excitante. Luego, examino qué es lo que me produce esas ganas inmensas de esculpir una pequeña hoja, aquí es cuando se produce el problema.
Quiero hablar de ti. Contigo puedo imaginar conversaciones que pueden ser sostenidas en cualquier parte del planeta mientras reímos. A veces me encuentro pensando en todas y cada una de las palabras que pronunciaste en mi honor, lo que me induce una pequeña nostalgia, equiparable a cuando recuerdas un añejo momento de la niñez; sonrío y busco en alguno de mis bolsillos un cigarro y lo enciendo sin siquiera mover la vista, inhalo profundamente buscando toda la calma de mi ser, y exhalo en dirección al cielo, donde habitas la gran mayoría de las veces. De ti no necesito nada: ni que me mientas, ni me ilustres de tus conocimientos, ni si quiera necesito ese pelo alborotado que siempre delataba la dirección del viento; vivimos todo lo que nos ofreció este mundo, absolutamente todo.
Tiemblo nuevamente, el hecho de cruzar tantos umbrales distintos y construirlos de manera única ha sido un desgaste permanente (y un tópico recurrente, dicho sea de paso) a mis perezosas esperanzas, pero fueron las que dieron existencia a mis mayores introspecciones, tan largas como la vida misma; lo que todos ignoran es que raramente se puede obtener algo bueno de ser sincero frente a un espejo.
Quiero hablar de ti, el ser humano más repugnante que he podido conocer, y digo conocer en el sentido más artificial posible, porque no te conocí en lo más mínimo. Es más: podría apostar que nadie te ha descifrado realmente sin sentir una gran cuota de cólera en el estómago. Tu mirada, tu forma de caminar, de desenvolverte frente a los demás mortales y de mentirles a los que te aman es sólo un extracto; a ratos me gustaría saber hace cuánto tiempo estás podrido, porque todas tus manías me son familiarmente conocidas, más de lo que me gustaría admitir.
Después de encender otro cigarrillo más, de ordenar mi odioso pelo y enfocar mi atención en lo que cubre estas paredes, me pregunto cuánta gente tendrá la convicción de que pertenezco al amplio grupo de los hijos de puta (no porque mi madre lo sea, o porque las putas sean malignas). Después de mentir tanto, a todos, a mis capacidades, a los que me rodean, la pregunta natural es por qué, cuál fue la motivación de concebir un nuevo Nicolás y ofrecerlo al mundo.
Un día descubrí que era bueno para inventar historias, fluían por todas partes, las creaba y hablaba de ellas como si fueran mías. En ese entonces me gustaba saber que podía ser realmente bueno para alguna puta cosa, y no es que tratara de hacer pocas. Al poco tiempo me creé una vida, una nueva vida, donde todo pasaba y era exactamente como yo quería, y era bueno. Quizá estas historias surgieron de los extensos tiempos muertos que soportaba siendo aún un niño, aunque quisiera no podía eliminarlos, no tenía algo para hacerlo. Ahora me encantaría pasar todo ese tiempo meditando y creando (tal vez no era tanto, pero por ejemplo, media hora es eterna para un niño aburrido). Todo eso fue aplastado por la sinceridad de tu voz, de los frondosos árboles que nos cobijaban cuando describíamos el mundo; me enseñaste que asentir a todo no era una virtud, lo que ha sido el mayor logro de toda mi historia. Pero aún así te mentí, y de la manera más dolorosa << Para mí, no para ti >>, en el fondo tienes todo el derecho a odiarme así como lo haces hoy, de una manera alejada y ausente.
Quiero hablar de ti y de todo tu ser, de tus sueños rasguñados y de tu voluntad vigorosa, en la que todos nos perdemos sin excepción alguna. Acostumbras no decir palabras e ignorar a la gente; así tal cual eres un misterio y cada día me sorprendo de tus demonios. Así fui a dar, por un suburbio extraviado y para mí casi desconocido, con el golpe que exhibió mi inestable equilibrio; y te reíste y te burlaste, un comportamiento acorde a la absurda situación que se había formado. Rehicimos la vida en una larga e inagotable conversación nocturna una y otra y otra vez, nos prometimos recuerdos y momentos de todo tipo para nunca olvidar que fuimos jóvenes y felices; y todo esto parte del hecho de que contigo vivo todo lo que siempre he querido: lo irónico, lo bizarro, lo alocado, lo importante; y tú siempre ahí, con  el mentón horizontal mirando las estrellas, resistiendo el viento a mi lado.
Entra entonces la noche y no puedo dormir, espero una revelación como quién espera algo que está a punto de suceder, pero nada pasa; todo está del otro lado de estas palabras que escribo apresuradamente. Esta noche he cerrado todas las ventanas ya que en la tenue oscuridad me atrevo a decir cosas que antes ocultaba estrategicamente entre los silbidos de la voz.
Quiero hablar de ti, mi única conexión al pasado. Si tuviera que decir algo en lo que nos parecemos, señalaría nuestra predilección a las noches de alcohol y jolgorio, pero el tiempo ya ha hecho de las suyas, calando hondo en lo que nos unía. Estas no son las primeras palabras que te dedico ni aquí ni allá (de hecho, por ti existe ese espacio en blanco que he bautizado como el "allá"), pero serán las últimas que sintetizo con esta agonía en el pecho, porque ya me harté de esperar y de cargar con tus sombras, me harté de comerme tu mierda, de fingir que nada ha pasado entre nosotros, y por sobretodo de tus grandes e indecisos ojos, los que no tienen expresión cuando hablamos ni cuando reímos ni nunca. Realmente me entristece que no tengas esa alegría que te caracterizaba y te hacía el punto en el cual giraban las cosas.
Esta es la gran problemática, todo radica en que cada día estoy más muerto, porque cada día olvido los detalles de los gemidos que he escuchado y de las sonrisas que me han regalado; mas no olvido que siempre es posible tocar el cielo.
Porque no necesito ni la más mísera palabra de tu tormentosa boca.
Porque encarnas la hipocresía en todo su esplendor, flamante juglar de la vida.
Porque quiero estar presente en todos los momentos donde tu sonrisa brille de felicidad.
Porque decidiste que nada sería como lo recordábamos, mi pequeña acompañante de la infancia.
Y porque me he dado cuenta que necesito un tópico más interesante, algo que no incluya sombras etéreas.

Instinto de vida

Se dejó caer en el asiento trasero del bus, rápidamente extrajo un libro de Oscar Wilde de su bolso, lo abrió y se sumergió en él. No se acomodó como de costumbre, normalmente ponía su mochila sobre sus piernas para poder apoyar el libro y así evitar el movimiento del bus. Afuera llovía, por lo que no quería empapar la única parte de sus pantalones que todavía permanecía seca.
Cuando caminaba en dirección al paradero, las gruesas gotas le llegaban por la espalda y le daba la sensación que lo pellizcaban (a veces que lo mordían) sensaciones que vivió justo bajo las mismas. Cerró los ojos y subió la cara, cuando dejó de llover. Era un poco supersticioso, << esto no va a salir bien >> pensó aun con los ojos cerrados; seguido a eso se sacó la chaqueta y la puso en su mochila, de ella todavía colgaba un hilo de agua que caía a la acera.
Sus ojos pasaban por sobre las líneas, deseosos de absorber lo máximo posible; mordía su labio inferior, rascaba su nariz y con una de sus manos tocaba frecuentemente su nuca y la recorría de un lado a otro, como buscando alguna imperfección. De a poco los paisajes se fueron desenfocando y los colores se hicieron más intensos. Para donde miraba habían personas caminando con pantalones ajustados en los muslos y anchos en los pies, con el dorso desnudo y saludándose entre ellos con gestos extraños y reverencias. Caminó en dirección a una vitrina, en la cual había una pajera conversando: ella tenía el pelo negro y espeso y la cara pecosa; él claramente era mayor que la mujer y estaba muy mal afeitado.
-¡También perfume!- Dijo el hombre.
-Sí, querido, también perfume. ¿Y sabes qué voy a hacer después? Voy a conseguirme un verdadero vestido de mujer y me lo pondré en vez de estos malditos pantalones. Usaré medias de seda y zapatos de taco alto.
Justo en el momento que terminó aquella frase, ambos se convirtieron en humo, el cual giró en torno a un punto gris en la pared y se impregnó en ella, plasmando la silueta de una mujer que miraba el mar, como esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería una soledad ansiosa y absoluta.
Despegó la mirada de la vitrina (la cual estaba muy sucia) y sintió que el piso se movía levemente. Remotamente lejos se escuchó un estruendo y todo se empezó a derrumbar sobre él.
Despertó exaltado sobre la misma silla rota del bus, su libro estaba abierto de par en par y se percató que a su lado estaba sentada una joven que lo miraba fijamente, lo que lo puso muy nervioso e inquieto.
-Creo que esto es tuyo- dijo la joven. Revisó el bolsillo de su pantalón y entre sus blancas manos apareció un pequeño pedazo de plástico azul, que tenía la mitad de un logo de gobierno.
Él miró raudamente las manos de la joven y se dio cuenta que ella tenía su uñeta.
-Si, gracias, seguramente se me cayó cuando me quedé dormido. La ocupo para marcar la página- dijo tímidamente, cambiando la dirección de su vista en todo momento, lo que hacía la escena un poco absurda.
-¿Y no la ocupas para tocar guitarra?- Preguntó con entusiasmo.
-También, por eso siempre la traigo conmigo.
La joven era de tez blanca, de pelo largo y castaño oscuro, su cara era ovalada y sus ojos grises, lo que la hacía bastante atractiva.
-¿Qué lees?
-Unos cuentos de Oscar Wilde que me gustan mucho.
-¿Qué te gusta de leer?- dijo moviendo los hombros y con una amplia sonrisa.- Es que me gusta saber la razón por la cual las personas hacen lo que hacen.
-Entre las cosas que me gustan- respondía a la pregunta asombrado por la conversación generada.- es como las personas pueden describir realidades tan amplias y precisas, describiendo sentimientos, aromas, personalid...
-¿Te puedo pedir un favor?- Dijo la joven, mientras jugaba con sus dedos en señal de vergüenza.
-Dentro de lo posible- respondió no muy convencido de su caballerosidad.
-¿Me puedes abrazar?- dijo finalmente después de unos largos segundos de intercambios de miradas.- Es que tengo frío, y aún falta bastante para llegar a casa.
Puso la mirada más tierna que él jamás había visto. Trató de dibujar una cara de duda, pero la respuesta estaba tomada desde antes que preguntara.
-Está bien.- respondió finalmente.
Se acercó a él y se apoyó en su pecho, inmediatamente, pero con mucha inseguridad, la rodeó con los brazos, apoyando las manos en su cintura. Conversaron un rato y ella se quedó dormida. Mirándola en todo momento, comenzó a acariciarla en el brazo, luego en la cara; mientras seguía hablando. También quería dormir, pero la intensidad del momento no lo dejaba. << ¿Hace cuanto tiempo que no sentía esta sensación de incertidumbre? >>
Varios minutos después la joven despertó, le dijo que estaba llegando a su casa, dio las gracias y lo besó tiernamente en los labios.
Antes de bajarse del bus, ella le entregó un papel arrugado y le guiñó un ojo, después se alejó corriendo del paradero y se perdió entre unas casas viejas y descascaradas de color verde. Él lo abrió y decía: Mucho gusto, me llamo Elizabeth.
Tuvo una sonrisa todo el camino restante, bajó de la micro y comenzó a llover nuevamente.
-Hasta un bus puede ser el lugar más romántico del mundo- Dijo en voz alta para escuchar la emoción en su voz.
Se puso su chaqueta y siguió su camino, alguien lo esperaba.

Llamada

He perdido la capacidad de describir el mundo desde mi perspectiva.

Esta es una de esas noches donde la incertidumbre no deja dormir, espero que seas feliz.

Después de todos estos años, me he dado cuenta que lo más triste es una despedida. Aquel anillo hace que la despedida sea eterna, que siempre te espere, que siempre quiera saberlo todo.

Pangea.

Me insultaste, te reíste en mi cara, les dijiste a todos mis mayores secretos.
En un principio pensé que las cosas podrían ser distintas.

Contra la espada.

Una clase cualquiera, no pongo atención a lo que se dicta, ni siquiera sé bien la razón por la cual estoy en ella, no debería estarlo. Mi mano sostiene un pequeño lápiz que parece de juguete, lo encontré entre mis cosas la última vez que me cambié de casa y con el he dibujado mucho, porque me gusta como deja la tinta impregnada en las hojas. No sé porque, pero me recuerda cuando quería dibujar bien y llenaba cuadernos con líneas para tratar de crear una nueva realidad, donde pudieran vivir todos mis pensamientos, donde pudiera ordenarlos.
Miré rápidamente a la pizarra y no había nada nuevo, cerré los ojos por un pequeño momento y me vi acostado en el pasto recién cortado, disfrutando el día. En mi cabeza habían millones de colores y caían al suelo como si fueran agua, pintaban mi sombra y mi recorrido paso a paso por la hierba. Era hermoso, fue como si le liberara de todo y por fin aquel todo era de los colores que quería. Sonreía como cuando era feliz, con ellos.
En un momento, algo me destruyó: Una gran carcajada proveniente de algún lugar apartado me lanzo a una realidad fría, bastante lejana, y recordé.
Mi cuerpo se tensó, mis manos se pusieron heladas y tiritaron, soltando el lápiz y dejándolo caer para luego hacerse trizas. Abrí los ojos y el mundo giró, me paré lanzando la silla al suelo y salí del aula, con todos los ojos sobre mi espalda.
No puedo creerlo, no puedo imaginarlo, no quiero pensarlo, sólo quiero fumar, no sé lo que quiero.

Ella no era una carcajada cualquiera, era una bien conocida por mí, y siempre estuvo acompañada.

Sobretodo, nublado.

Ha sido la única vez que he podido elegir que recordar, y lo elijo todo. Nada en mi mente debe ser un misterio para la sangre que escapa de mis pies al recorrer aquel sendero de ladrillos gastados. Tengo las manos amarradas en las carteras para no golpear al primer idiota que se me ponga por delante, y todo porque no pude encontrar la similitud entre los cuerpos que amé por unos cuantos segundos.
Tumbadas frente a mí las imágenes mezcladas, llenas de humo, de alcohol; y yo escapaba, huía bajo la lluvia y huía después de que ella había terminado de caer. Prefería escapar de mis sentimientos y ser un animal que vive del más débil, <<¿Cuanto tiempo ya he vivido así?>>. Estas piernas duermen, tengo que descansar por un momento, pero aún veo el brazo levantado sobre mí, que amenaza con revivir la confusión nuevamente, pero esta maldita vez lo tomaré y aceptaré a la muerte en mi interior, para que me alivie, me reconforte, que me haga odiarte con todo y recordarte de la forma más dulce posible.
Desperté en el suelo dolido, atormentado. Hubiese dado todo para que no murieras, pero ya no podía vivir contigo, es una realidad que me acompañó cuando vivimos los mejores momentos.

Un nuevo año.

Siempre pensaba en qué sentiría cuando escribiera en estas hojas. Normalmente el miedo y la inseguridad era los primeros candidatos frente a mis ojos.
Lo tomaba, lo miraba, lo inspeccionaba, unas cuantas lágrimas corrían de vez en cuando; hasta que hoy me decidí a escribir por primera vez, no sólo en este libro y en este año, sino que en esta cuasi nueva etapa. Y la verdad me sorprende que sólo sienta una nostalgia llevadera, quizá hasta auto impuesta por darle tanto valor a un lote de palabras sueltas.
Antes no  podía escribir porque habían nudos gigantes en mí, no sentía la libertad de crear una historia sin pensar que sería estúpida, que no merecía que fuera leída por otro, ni siquiera por mí. Ya no podía estar en paz frente a una página dispuesta a estar manchada por la poesía de la vida, y creo que ello se mantiene, pero debo obligarme a escupir todo lo que llevo dentro, escribir una canción del pasado y dejar que otros la toquen.
Es inevitable recordar cuando escribo sobre estas páginas, recordar tantas risas y buenos momentos que ahora sólo son un triste recuerdo, y son tristes porque ahora nada existe de ellos, ni alguna mirada, ni algún indicio de conversación, es como si sólo hubiesen sido perfectos en mi cabeza, no hay ningún tipo de interés siquiera en poder mantener vivo lo que tantas veces conversamos.
Siempre he sido una persona que vive de los recuerdos (hasta de los más pequeños) y por eso es difícil desprenderme de ellos en un instante, saber que nunca más escucharé la misma historia del otro lado es francamente horrible.
Perdí imágenes, voces hermosas y lugares por el sólo hecho de no poder recordar.

Sin embargo este día fue distinto a todos los anteriores, fue muy feliz, fue perfecto, todo salió como yo quería. Hoy cumplí unos pequeños 20 años y este es el punto donde comienza mi nuevo año.
Ahora necesito crear nuevos recuerdos en estas paredes que no conozco, tener otras aventuras, aprender nuevas canciones y besar otros labios, porque todo lo que guardaba está agonizando por ahí, dentro de una caja.
Gracias por acompañarme en este día, gracias por hacerme reír y llorar en el mismo instante, es el sentimiento más extraño que he sentido en mucho tiempo.
He manchado este libro después de un año exacto de tenerlo, no te preocupes, lo
llenaré de canciones y recuerdos, como una vez me pediste.

17.01.2012

Pieza tocada, pieza movida

Sabes lo que pienso?
que tus palabras son falsas, que solo una tonta y repentina ira descontrolada jugó para mal.

changement profond

Crucé el umbral poniendo atención a las tablas gastadas por los pies descalzos, caminé.
Caminé, entre recuerdos, entre palabras, que atacaban y acariciaban mi espalda, entre más risas que pesares, caminé y encerré en los  2 segundos que me tomaba cruzar el cuarto los 4 años de aliento que mis pulmones hicieron suyos.
Caminé hasta que ya no existía piso, subí la mirada y vi el verde humedal entre los alambres que bloqueaban mi vista.
-Nunca más veré de esta perspectiva el mundo- pensé, tuve ganas de decirlo y lo hice, en eso un brisa entró y movió mi pelo, desordenándolo aún más...aquella brisa heló mi alma al tomar conciencia de lo que había resbalado de mis labios.
Nunca más.
Tomé la ventana por el borde y la deslicé por el riel del marco, con un golpe seco chocó con su seguro, pero esta no se cerró.
Típico.
2/12/2010

Sinfonía del nublado atardecer

La poesía es mirar de otro ángulo, del que lo maximiza, no necesariamente del que te sonríe, pero del que no todo pueden llegar a sentir,en un abrir y cerrar de ojos o en una vida totalmente dispuesta a percibir los aromas y sabores de una mirada.
Es observar dentro de tus mismos ojos y ver lo que sientes cuando sientes, lo que amas cuando lo dices, lo que realmente quieres tocar cuando la piel es rozada por la inerte sensación de la vida.
Es vivir, pensar y sentir.
por eso yo puedo decir que poesía eres tú y no por plagio a Gustavo, sino que cumples con creces todo lo que dicta mi arte poética.

Sigue haciendo que mire todo al revés y todo distinto, me gusta la vida bohemia y alocada, me gusta compartir mi vida contigo, me gusta ser feliz en la vida, me gusta que seas mi vida.